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viernes, 28 de febrero de 2014

Capítulo 16 - Loreileys


El sonido de las puertas abriéndose y cerrándose constantemente era lo más corriente desde hacía unos días. Desde el anuncio de la boda de James y Beatrice, todos los nobles del reino Fosternight se reunieron, incluso Crotonienses aliados vinieron.

Durante las cenas, Derye conoció a Jessica Darkwouth, la mujer que en teoría es su abuela, pero realmente parecía más bien una madre, en vez de una abuela. Su pelo rubio y ojos verdes aun mantenían jovialidad, y más de algún sirviente la miraba de reojo, era una mujer que llamaba la atención.

Su marido, Robert Greenhouse, es decir, su abuelo, contrastaba esa jovialidad con serenidad. Su mirada esmeralda, junto a su oscuro pelo, daban un aire de autoridad. Aún no había hablado con ellos.

Derye durante las pocas salidas de su habitación, los pudo observar de reojo. No le interesaba hablar por el momento, solo quería estar sola. Estaba desolada, James se iba a casar.
S
e enfadaba por haberse de enfadar porque una crio egocéntrico y manipulador se casara con otra mujer. No le gustaba la idea. Solo tenían dieciocho años. Para él era una cría.

Se sentó en su cama, recogiéndose a sí misma, y cogió su diario, el cual había descuidado desde hace meses. Leyó su último escrito:

12 de Septiembre, 2009.
Hoy he visto a Sebastian, es un chico muy guapo. Me parece que es buen chico, pero es amigo de mi hermano. Mi hermano es un problema.

14 de Septiembre, 2009.
He hablado con él. Me parece encantador, creo que me atrae. Me ha ayudado con latín.

18 de Septiembre, 2009.
Llevo días hablando con él. Creo que me gusta, es especial hablar con él. Me mira con sus ojos pardos, son preciosos.

Ese mismo día: Mi hermano ha leído estas páginas, me ha mirado mal y me ha dicho que tiene novia. No sé quién es la chica. He llorado.

19 de Septiembre, 2009.
Hoy he llorado más, está saliendo con mi amiga Kath. No tengo oportunidad, es inútil, ella es mi amiga y es muy guapa. Sigo llorando y escribiendo con la escasa luz de una vela. Me gusta esta vela, huele a frambuesas.

Derye observó su letra con una media sonrisa, Sebastian. Aun le quería ¿Verdad? Ya no estaba tan segura. Después de la noticia de James, no se podía concentrar en Sebastian. No pudo resistirse y comenzó a escribir:

29 de Enero, 2010.

Han pasado muchas cosas. Otro mundo, tías desaparecidas, soy hija de unos reyes. Mi novio, que es Sebastian, es un villano. Y James… Se va a casar. Se lo pidió a Beatrice, sonriendo. Voy a ser la dama de honor. De pequeña era un sueño ser dama de honor, ahora una pesadilla. No olvido el beso de James. Me ha utilizado. Creo que estoy enamorada

¿Enamorada? La chica se echó en la cama, cogió el móvil. Observaba sus redes sociales. Como era de esperar, estaban inundadas de notificaciones, interacciones y etiquetas. Hacía mucho que no hablaba con sus amigas, por la guerra. Era difícil compaginar todo eso, por esta razón su madre anuló su matrícula en su instituto. Más tarde la recobraría.

 Se sobresaltó al ver en la pantalla una llamada entrante. Era de un número desconocido.

-¿Hola?- Preguntó.

-Soy yo- Contestó una voz. Sebastian. Derye no supo que decir -  No viniste ayer.

-Lo sé- Respondió lentamente. Se acordó de James, la muerte del novio de su amiga, y como la había utilizado. Su tono se engravó- En teoría te tengo que odiar ¿Lo sabes?

-Eso depende de ti- Dijo riendo. Una voz un poco chillona se escuchaba al otro lado de la línea.

-Voy a colgar, fingiré que nunca me has llamado.

-¿Me quieres?- Preguntó tan de golpe que a Derye no le salieron las palabras. ¿Le quería?

-No lo sé.

-¿Es James?

-No lo sé, Sebastian. No debería hablarte. No tengo que hablarte.

-Te he preguntado si me quieres ¿Le quieres a él?- Repitió, desesperado por una respuesta. 

Derye permaneció en silencio. Se escuchó una maldición por el teléfono.

-Sí. Adiós Sebastian- Dijo y colgó. No sentía nada por Sebastian. O no lo sabía. Puede, quizás. 

No podía dejar de pensar en James. Quizás, no. Seguramente, sentía algo por él. Lanzó una almohada con rabia.


***


Cuando escuchó el pitido de su móvil, se temió lo peor. Derye ya no le quería. Sebastian lanzó el móvil contra la pared de su habitación, iluminada por la chimenea. El aparato se descompuso. Pout se sobresaltó y salió de su ‘’Habitación’’, una casita de muñecas.

-¿Qué ha pasado?- Le preguntó Pout. Estaba al lado de su chocolate caliente, aunque asustado por la actitud de Sebastian.

-Se ha olvidado de mí, soy el enemigo- Dijo con una media sonrisa que ocultaba su enfado- Necesito caminar.

Diciendo esto, salió a toda prisa de su habitación. Bajó a su despacho, en el cual le esperaba apoyado en su escritorio un chico. Un poco mayor a él, Daniel. Sostenía una daga. Estaba demasiado relajado y refrescante, cosa que irritó a Sebastian. Su pelo rubio, casi blanco, le hacía lucir amable. No lo era.

-¿Qué pasa ahora?- Demandó Sebastian.

Las visitas de Daniel solo traían más órdenes. No podía desobedecerlas, su hermana estaría en peligro, al igual que él. Daniel se había apoderado de Cróton hace bastante tiempo, y había doblegado a Sebastian a obedecerle. Claire podría morir si no lo hacía.

-Como sabrás, mi quinto reino está creciendo. Pero no es lo suficientemente grande. 
Necesito territorio- Dijo Daniel, observando una daga que sostenía entre los dedos. Sonrió- Necesito más ejército. Dicen que Roma se construyó en un día. Lo cual es mentira, se fundó en un mes, solo que se hizo cuando los dos mundos estaban unidos- Levantó la comisura de sus labios- Yo construiré mi Imperio en menos de la mitad de un día.

-¿Quince días?- Preguntó Sebastian, esa demasiada presión. Daniel sonrió maliciosa y egocéntricamente. Era un sí.

-Dentro de poco James de va a casar con Beatrice Fosternight- Le informó. Sebastian se sorprendió, en cierta parte, le pareció un alivio – Es decir, las defensas bajarán- Se dispuso a caminar y sonrió- Atacaremos este mismo día.

-¿Qué tengo que hacer?- Le preguntó Sebastian. Cada vez era más difícil obedecer a Daniel. Pedía cosas demasiado obstinadas.

-Llama al Nigromante. Quiero un ejército alado.


***


Se acercaba el atardecer. Todos estaban ya en el bosque. La familia Fosternight, Greenhouse y los Bianchi, aliados Crotonienses.

Como era costumbre en una buena boda de alta clase, las mujeres se vestirían con vestidos de seda dorada y se ocuparían de buscar junto a sus acompañantes unas campanillas, las Loireleys. Las Loireleys, según decían, a más abundancia había, más amor era el que le correspondía.

Las jóvenes tendrían que llevar mascaras para poder buscarlas, en cambio los jóvenes, debían aguardar a las chicas en la hoguera.

Derye se había preparado, por petición de Beatrice, la cual estaba muy entusiasmada, lo contrario a Derye.

Cuando el sol se ocultó definitivamente, las jóvenes fueron puestas en fila. Miranda y Marylin les dieron unas pequeñas lámparas de aceite, para iluminarse.

-Gemelas Bianchi, Valentina- Dijo Miranda, dándole la lámpara de aceite- y Julia.

-Hija mía- Sonrió Marylin, y le dio al lámpara de aceite.

-Mi pequeña- Comenzó Miranda. Abrazó la delgada espalda de Beatrice. Su melena, blanca pero oscurecida por la noche, brillaba.

-Ahora estáis listas, sois casi mujeres- Concluyó Miranda- Comienza la búsqueda de Loireleys. Suerte. En el amor la necesitareis.

En el final de esa frase, Derye miró hacia los chicos, a James. Él la miró también, se giró dándole la espalda. Derye apretó el puño contra su pecho. Dentro de pocas horas, Beatrice y él serian marido y mujer. Y estaba la noche nupcial….

El sonido de una campana, la despejó. Indicaba el inicio de la búsqueda, las chicas salieron al bosque.

Estaba bastante oscuro, aun con lámpara y todo. Derye consiguió encontrar su primer Loireley, en un árbol. Era casi del mismo tamaño que una bellota, una campanilla verde plata. Siguió así, sucesivamente, hasta obtener siete. Estaba agotada.

Últimamente había comido en escasead, no se sentía con ánimos, así que lo que hizo fue sentarse junto a un árbol. Se quitó la máscara. Quizás descansar un poco no sería mala idea. Estaba demasiado cansada.

Cerró los ojos. Estaba en un sueño profundo, quizás era lo único que le hacia olvidar a James por unos instantes.

Finalmente, se durmió.


***


El fuego quemaba la madera. Las chisporroteantes llamas se estaban apagando. Como era costumbre, los hombres debían quedarse aguardando el fuego, simbolizando la constante lucha de mantener el flujo de la vida.

Los seis jóvenes de entre dieciséis y veinte años que estaban ahí, no podían parar de comentar sobre la boda de James. Qué sí que guapa era la novia, qué si eran muy ricos, qué si los de su clase tienen mucha suerte… Eso le irritaba en cantidad.

James vestía de negro, como siempre. Al ver que los comentarios crecían y el fuego disminuía, creyó conveniente ir a buscar madera él mismo. Así lo hizo. Caminó unos cuatrocientos metros, seleccionando la mejor madera, la de los robles. Quemarían más que unos simples olivos, los cuales solo se encontraban en el reino de Feret.

Algo le llamó la atención, una lámpara a vela. Se acercó. La lámpara estaba inmóvil, apoyada en el pequeño seno de un árbol. Cuando se fijó en su portador, no pudo evitar abrir los ojos de golpe y caérsele alguna madera.

Era Derye.

La joven estaba totalmente dormida. La observó, parecía que había adelgazado, más de lo que estaba. Su rostro estaba cansado y ojeroso. Se sintió culpable por aquello.

No podía evitar cada noche, desde que se declaró a Beatrice, quedarse sentado fuera de su habitación, observando la puerta de Derye. Siempre deseaba que se abriera y saliese a desayunar, comer o cenar, lo que casi no hizo. Se le informó que estaba enferma del estómago, lo cual sabía que era mentira.

Todo era por su culpa, pero era necesario, la guerra. La guerra, siempre era esa palabra tan frustrante. Debían detener a Sebastian, sus hombres era pocos.

Miró alrededor suyo. Seguía haciendo frio, y sintió la necesidad de abrigar a la chica. Se quitó la chaqueta y se la puso. En ese momento se fijó en su pulsera. La manera en que por alguna razón estaban unidos.

James cogió un largo cordón metálico que tenía en el bolsillo e hizo algo que nunca se imaginó. Se quitó su anillo.

Puso el anillo en el cordón y lo arregló de tal manera que parecía un collar. Se lo puso a Derye.

A continuación, le quitó la pulsera, y se la guardó.


***


La fricción de algo cálido contra su piel hizo que Derye se despertara, pero aún le pesaban bastante los parpados como para abrirlos.

Se quedó rígida cuando algo metálico y frio estuvo en contacto con su pecho. Y sintió que era mejor quedarse quieta. Algo la relajó, un olor especial. El de James.
Su pulsera se le fue retirada.

Estaba dudando que fuese James, iba a abrir los ojos pero se detuvo al sentir su rostro contra su hombro.

-Lo siento- Dijo James en una voz tan baja para no despertarla, aunque ya lo estuviese- Siento tanto todo esto…- Susurró cogiéndola de la cabeza, entre su cuello-Mientras tengas mi anillo, seré tuyo Derye. Siempre, y para siempre. Te lo prometo

Derye sintió humedad en su hombro, las lágrimas de James. Nunca había visto llorar a James, ahora tampoco, ya que seguía con los ojos cerrados. Solo veían lo que se imaginaba desde su cabeza.

Unos segundos después el chico se separó lentamente de ella, recogió lo que debería ser madera y se fue.

Cuando sintió que ya estaba lo suficientemente lejos, abrió los ojos, los cuales estaban húmedos. No lo quiso evitar y lloró. Lloró todo lo que no había hecho durante dos días.

Más tarde, recogió sus campanillas y caminó hasta el punto de encuentro.

Había sido la última en llegar. Todas estaban ya sentadas alrededor del fuego, y cuando la vieron sonrieron e hicieron comentarios sobre su tardanza. Tambien se sorprendieron al ver cuantos Loireleys había conseguido. La mayoría de chicas solo habían aspirado a dos o tres.
Se sentó con ellos. James estaba al lado de Beatrice, la miró y ella a él. Una mirada fugaz que compartía un hecho.

-Damos por terminada la búsqueda de Loireleys- Anunció su madre. Observó por primera vez bien a su madre y su tía. Las dos iban exactamente igual, con vestidos rojos. Los cuales representaban la maternidad.

La ceremonia acabó pasadas las doce. Las gemelas Bianchi no paraban de quejarse de los pocos Loireleys habían conseguido. Derye sintió ironía en su destino, sonrió sarcásticamente a la luna. Se fijó en la constelación de Casiopea, su favorita.


Todo se había acabado con James, ese hecho era una despedida. Con una promesa que nunca sería cumplida

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