El gruñido de la gigante criatura que se
incorporaba a los cinco dragones, les devolvió el sentido auditivo. Era el
doble de grande, por lo cual sería el doble de letal.
Derye extendió las alas para ascender. Se protegió
con estas de los cristales que le lanzaron un primer dragón.
-¡Derye!- La llamó Kyle- ¿Estás bien?
Derye le respondió que sí con la mano. Estaba
centrada en un dragón negro. Fue a por él.
Aprovechó un descenso del dragón
para sentarse en su lomo.
Para su sorpresa, en el dorso del dragón había
pequeños cuernos donde podía agarrarse. Así lo hizo. La criatura el dio cuenta
de su presencia y empezó a ladear y ladear, intentando hacer caer a Derye. La
chica estaba nerviosa, unos minutos más y podría caerse o recibir algún golpe
importante.
El dragón empezó un grave descenso.
Derye hizo algo que no se imaginó hacer hasta ese
momento, con el cuchillo le hizo un corte de treinta centímetros en el lomo. El
dragón emitió otro grito descomunal. Derye por otra parte sentida su corazón
pesado, y un gran nudo en la garganta.
-Lo siento- Le susurró a la criatura. Cerró los
ojos y lo volvió a hacer.
Consiguió que el dragón se dejara conducir por
ella. No lo había matado, pero aun así le había hecho heridas. Muchas.
-¡He conseguido domar a uno!- Le gritó a James, el
cual estaba unos cuantos metros por debajo suyo, luchando contra otro dragón.
Con una luz verde, parecida a la luz lunar, hizo que el dragón con el que
luchaba se retorciera de dolor. Aún más que el de Derye.
-¡Para!- Le gritó Derye- ¡Para! ¡Le están haciendo
sufrir!
James no paró y cuando el dragón estaba totalmente
destrozado de dolor, James le clavó la daga en la cabeza. El dragón descendió
en picado contra el suelo, y se estrelló. Estaba muerto.
La chica miró enfurecida a James. Él la miró.
-Era necesario- Dijo agotado. Derye negó con la
cabeza, no le podía mirar. Ahora no, le había hecho sufrir y luego lo había
matado. Había sido cruel.
James ascendió hasta ella y se montó en el lomo del
dragón junto a ella.
-Podías haberlo domado- Dijo ella mientras apretaba
con fuerza los cuernos del dragón, y a la vez dirigía a este hasta donde se
encontraba Beatrice, Kyle y Kurt. Ellos habían domado a un dragón cada uno.
Gramare estaba con Kurt. Estaban bastante entusiasmados por haber conseguido
domar a una bestia salvaje, sin tener
que matarla.
James les miró, pero no dijo nada. Se limitó a
observar la figura que había en el suelo, junto a una zona de la Tarberna del
Jamie Coll. Tendrían que pagarle todos los daños.
-Ocúpate de este dragón- Le ordenó Derye mientras
saltaba de este y ascendía otra vez.
-Lo siento.- Se disculpó en voz baja. El dragón
negro lo llevó hasta el resto. Gramare era la única que parecía tener problemas
a la hora de conducirlo, pero Kurt la guio.
Los cuatro dragones que habían domado, y el que
había matado James, no eran nada en comparación con el que quedaba.
Derye recordó lo que le dijo Sebastian. La criatura
revivida por el Nigromante.
Era un gran dragón con escamas rojas y negras. Sus pupilas eran doradas y sus alas
eran como las de un avión. Sin exageraciones, podía matarlos en escasos
segundos.
Cuando los cinco vieron lo que estaba pensando en hacer
Derye la quisieron detener, pero ella ya estaba ascendiendo, totalmente
decidida. Tenía un plan.
-¿Pero a que esperáis?- Les dijo Beatrice con su
dragón. Era totalmente gris, justo del color que no le entusiasmaba demasiado.
El resto de dragones eran parecidos aunque alguno tenía alguna zona más azul
como el de Kyle, verde como el de Kurt y Gramare, o totalmente negro como el de
James en esos instantes.
-Vamos- Dijo James. Condujo el dragón hasta donde
se encontraba Derye- ¿No crees que es muy grande para ti?- Le dijo con un toque
de humor para aliviar la tensión. Era bestia podía matarla.
-Necesitaras nuestra ayuda- Le gritó Gramare,
también estaba acercándose a Derye. El resto hizo lo mismo.
-Gracias- Les agradeció. Estaba contemplando el
dragón. Este se dio cuenta y se dirigió hacia ellos, no sin antes emitir un
gruñido atroz.
-¡Nosotros lo distraemos!- Gritó Kyle mientras llevaba
su dragón hasta el torreón del oeste, contrario en el que estaban Miranda y
Marylin. El resto hizo lo mismo.
Derye ascendió lo más rápido que pudo.
La criatura, resucitada por el nigromante, hizo
algo que ninguno de los dragones hicieron, escupió un fuego, azul. Derye dudó
unos instantes, era luz lunar.
***
La llamarada de fuego, mezclado con luz lunar cegó
por unos instantes a Derye. Había ascendido lo suficiente como para estar a
veinte metros por encima del Dragón.
James, junto a Gramare y Kurt, hicieron que el Dragón
se centrase en ellos. Beatrice y Kyle estaban también por la labor, aunque en
un sentido contrario, para despistar al Dragón.
Derye miró durante unos instantes al Dragón,
entonces escuchó una risa femenina.
La risa reía constantemente y siniestramente en su
cabeza.
-¡¿Quién eres?!- Gritó Derye. La risa cesó.
-¿Me puedes oír?-Dijo
la risa.-La auténtica hija de Jack
Fosternight eres tú ¿Verdad?
-¿Cómo…?- Preguntó, pero la risa comenzó otra vez.
-Soy un
Dragón niña, sé todo. Soy Aintera
Al escuchar esto último, Derye se estremeció de tal
manera que no se dio cuenta de los incesables gritos de advertencia que le
mandaba James. Cuando por fin los escuchó era tarde.
La Dragona Aintera, se cernió sobre Derye y la
derribó.
-¡Derye!- Gritó James, con un tono demasiado
desesperado. La chica comenzó a caer en picado.
Una figura voló hacía Derye, y los brazos de una
chico con las alas doradas la sujetaron.
El cuerpo de Derye, como un peso ligero, sucumbió
ante la inconsciencia. Lo último que pudo ver, fue una mirada parda. Fue
entonces cuando escuchó el grito de la voz femenina del Dragón, diciendo con
desesperación y temor: “¡Para! Por favor ¡Para! Seré tuya, pero ¡Para!”
Todo lo demás, se oscureció en un profundo sueño.
***
Solo escuchaba voces susurrando. Derye se sentía
como si estuviese despertando y durmiendo a la vez, sin consciencia de nada. Su
mente sentía los días pasar, pero su cuerpo aún no reaccionaba. Estaba dormida
y despierta a la vez, era una sensación aterradora que la sometía a
desesperación en ciertos momentos.
Soñó con la voz de Aintera , susurrándole juramentos de fidelidad. Escuchó la voz de
un chico al que había, y muy posiblemente seguía amando.
Poco a poco sus ojos se entreabrieron y la fría luz
azul de un día nublado se coló en sus ojos.
Lo primero que percibió fue frío.
-Derye- La llamó la voz de Sebastian, Su voz era
dulce y comprensiva. Derye pensó que iba a llorar en cualquier momento. Las últimas
semanas no había sentido más que miedo y presión, y escuchar la voz de
Sebastian tan aterciopelada y dulce, fue demasiado contraste.
>>Todo está bien- Le dijo, acariciándole el
pelo. La atrajo contra él- Ahora todo está bien.
Derye sabía que era su enemigo, un traidor. Pero el
abrazo de Sebastian la consoló de tal manera que era imposible para ella
separarse de su pecho.
-¿Han muerto?- Preguntó Derye. No quería saber la
respuesta. Tenía demasiado miedo. Sebastian se puso tenso al oír la pregunta.
-No. No han muerto, Derye- Respondió. Su cara
estaba totalmente seria, y poco a poco, sin dejar de ser delicado, la alejó de
él.- Pero tú casi mueres. Llevas una semana inconsciente.
Una semana ¿Había estado una semana inconsciente?
La chica sintió un poco de confusión.
-Si no han muerto…¿Qué ha pasado?
-Es complicado- Dijo Sebastian con una débil sonrisa.
Derye asintió y se quedó un momento pensativa.
Después, un instinto la llevó a levantarse y correr hacia una ventana. A
Sebastian no le dio tiempo de pararla.
Al abrir la ventana y sentir el frio en la cara,
Derye se cayó de rodillas en el suelo.
-¿Dónde estoy?- Preguntó mientras una pequeña
lagrima bañaba su mejilla.
-En Cróton.
Derye tardó poco en atar cabos sueltos. Y cuando
pasaron unos segundo, se fijó en la antorcha que había a un metro de distancia
suyo. La cogió y la puso delante de él.
-Derye…- Dijo Sebastian con un tono demasiado
dolido. Era obvio que verla tan decidida a ir contra él, le dolió.
-¡Quiero salir de aquí!- Gritó ella.
Sebastian maldijo en voz baja y se acercó a ella.
Se acercó hasta estar a unos poco centímetros.
-¿De verdad me harás daño, Derye?- Dijo quitándole la
antorcha de la mano. La dejó caer- ¿Crees que puedes hacerme daño?
-Sí.- Dijo ella entrecortadamente. La proximidad de
Sebastian la debilitaba.
-¿Eso crees?- Volvió a preguntar, mientras tocaba
el cuello de Derye. Apoyó sus manos contra la pared, arrinconándola.- Vamos,
Derye. Haz tu mejor ataque contra mí.
La chica se quedó inmóvil.
¿Sabes?- Dijo susurrándole al oído y tocando con
sus labios su cuello- Hace poco me coronaron rey. Ya no obedezco a nadie- Dijo separando
sus labios de su cuello y la miró- Ahora puedo protegerte.
-¿De quién?- Preguntó ella irónicamente. Intentando
ignorar la proximidad de sus cuerpos- ¿De ti mismo?
-Depende desde que plano lo veas. Esto es lo máximo
que puedo dañarte- Dijo con una sonrisa irónica- Y parece que te gustaría
besarte con el enemigo.- Finalizó, separándose totalmente de ella. Se sentó en
la blanca cama. Tan blanca como toda la habitación.
-Yo no…- Derye empezó a articular palabras, aunque
sin sentido alguno. La inesperada separación la había decepcionado. Pero se
había decepcionado a si misma al querer besar a Sebastian.
-Tienes que saber algo.- La miró Sebastian con un
toque de peligro. Sus ojos pardos eran totalmente seductores, pero en ese
momento, su mirada cambió a un color más dorado.
-¿Qué tengo que saber?- Preguntó.
-Vosotros, los de Fertoan tenéis una habilidad
especial. La luz lunar.
-Sí ¿Qué pasa con eso?
-Nosotros, en Cróton…Somos diferentes. Tenemos
habilidades diferentes, que al cumplir el termínio de edad, podemos empezar a
desarrollar. En mi caso- Dijo colocándose el pelo- Lo cumplí hace unas semanas.
-No lo entiendo.
-¿Sabes que en Fertoan cazan vampiros verdad?-
Explicó Sebastian, haciendo que Derye recordara el momento en el que Kyle, casi
la mata.- Bien, esos “vampiros”, no son auténticos vampiros.
-¿Qué?- Preguntó totalmente confusa.
-Son como una especie infectada. Se comportan como
vampiros, pero no lo son. No pueden convertir a nadie, solo infectar.- Dijo mientras
se levantaba de la cama y se aproximaba a ella. Derye no se movió- Los auténticos
vampiros somos nosotros, Derye. Los de Cróton expandimos el virus.
-Pero sí…- Negó Derye con la cabeza- ¿Qué sois?
-Es complicado. No sabemos mucho de nuestra
existencia , pero sé que es como en vuestro caso, Derye. Tenemos nuestro pasado
en la biblioteca. Pero a diferencia de vosotros, nosotros estábamos aquí antes
de que cualquier ángel viniera. En realidad, fueron ellos los que nos aislaron.
Tenían miedo- Dijo un poco sombrío- ¿Tienes miedo?
-No soy un ángel.
-Para mí sí. Y te lo vuelvo a preguntar, Derye ¿Me
tienes miedo?- Repitió Sebastian. Derye sabía que debía temerlos y odiarlo,
pero no pensaba en nada en ese momento.
-No.- Dijo sinceramente. Derye notó en Sebastian un
esbozo de alivio.
-Gracias.
-No me las des- Dijo ella intentando ser neutral-
Quiero irme de aquí.
-No puedes. Ellos creen que estás muerta. Y tienen
que créelo- Dijo seriamente. Su mandíbula se tensó.
-¿Por qué…?- Empezó a protestar, pero él se
adelantó.
-Por qué si no, vendrían a por ti, y entonces morirían.
Derye, he ganado la guerra. Heelis me
pertenece.
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