Otra mañana desde el día de la batalla, James se
levantó al escuchar los gritos del guarda crotoniense que lo llamaba.
Abrió los ojos perezosamente y observó la celda
unos instantes, sucia y húmeda. La poca luz que se filtraba, provenía de una
pequeña ventana embarrotada. James sacudió la cabeza, alborotándose el pelo aún
más de lo que lo tenía. Miró al guarda.
-¡Basura, despierta!- Gruñía el guarda. Era
bastante graso y alto. Su pelo oscuro marcaba aún más su rostro.
-Maldito gordinflón…- Dijo para sí mismo James,
mientras se levantaba de la sucia y dura cama, en la que había dormido durante
una semana.
-¡¿Qué has dicho, basura?!
-Lo que has oído, gordinflón.
El guarda se acercó hacia él y le lanzó un
puñetazo. James se cogió de las rejas para no caerse, pero finalmente cayó.
En otras situaciones, James podría haber acabado en
segundos con el guarda, pero dos cosas lo evitaban.
La primera, estaba esposado y la poca comida que le
daban, lo habían debilitado. Y la segunda, no quería vivir.
Después de la noticia sobre que Derye había muerto,
James dejó de luchar y se entregó. El collar que le había dado a Derye era la
prueba de su muerte. Daniel, el traidor, había traído la cadena con el anillo, llena
de sangre. Él mismo admitió haberla matado. Admitió confabular con Sebastian,
admitió que sabía la situación de Fertoan, y se proclamó rey segundos después
de que se llevaran a Kyle a prisión.
Durante aquella semana, el pueblo se vistió de
negro. Los guardas Crotonienses habían ocupado cada rincón de Fertoan, la
opresión se sentía en el ambiente. Los hombres de cada casa del reino, habían
sido reclutados a hacer trabajos forzados, y las mujeres, eran criadas.
Anteriormente, cuando Kurt y James tenían el mando, el palacio había estado
vacío durante años, sin casi criados. Después de la derrota, había sido
reocupado. Obviamente Daniel quería obtener toda la comodidad posible.
Mientras el guardia llevaba a James, y le lanzaba
cada insulto de lo más desagradable, James solo pensaba en dos cosas: la
venganza y la muerte.
Al llegar ante la que antiguamente había sido la
biblioteca, ahora era un cuarto de
técnicas anticipadas de ataque, James sacudió la cabeza, dejando así su
pelo con un aspecto sombrío.
Las puertas se abrieron y pudo ver a Daniel. Su
pelo rubio casi blanco destacaba en el gran traje negro y rojo que llevaba. La
corona le sentaba estúpidamente bien. Por un momento James pensó que tenía
imagen de rey, pero eso solo causó que una ira se apoderara de él. Las pocas
fuerzas que había conservado durante la semana las utilizó para ir contra él,
pero los guardas se interpusieron y lo tumbaron en el suelo. Daniel sonrió y se
acercó hacia él.
-James, James, James. Mi querido amigo- Dijo en
modo de saludo- ¿Qué te ha ocurrido? Te veo cansado…Muy humano.
-Púdrete- Le espetó mientras le escupía- Te mataré.
Daniel se sentó en cluquillas, quedado frente a
frente. Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro y con un aire siniestro e
inquietante dijo:
-Dudo que en tu estado puedas. Estás más débil que
Derye cuando acabé con ella.
Al terminar la frase, el odio en los ojos de James
reapareció y forcejeó para poder lanzarle un golpe a Daniel. Fue un fracaso.
-Pensaba que podríamos ser amigos, James- Se apenó
falsamente Daniel mientras volvía a ponerse de pie.- Pensaba que… Quizás tú
también ansiabas poder, pero caíste enamorado de esa chiquilla.
-Me daba igual esa chica, solo la protegía porque
era la hermana de Kyle, el rey.-Mintió James. Su plan consistía en ganarse la
confianza de Daniel. Al parecer el chico le miró confundido unos instantes,
parecía desconcertado.
-Antiguo rey, James. Así que…¿Es así como piensas?-
Preguntó curiosamente mientras reposaba el peso en el pie izquierdo.
-Sí- Dijo levantándose.-Mi rey, ahora os sirvo a
vos- Se quitó el pelo de la cara y lo miró con sus penetrantes ojos- Es
solo…que esta podredumbre me aborrece.
Los guardas hicieron el gesto de volverlo a sentar,
pero Daniel con la mano les ordenó irse.
James sonrió y aparentó estar bastante
satisfecho.
- Valla, valla, valla. Me siento aliviado- Admitió
Daniel- El mejor guerrero de todo el reino de Fertoan, no ha tenido que ser
asesinado.
-Esperaba que me entendieseis, mi rey. Soy fiel a
Fertoan y a su gobernante. En este caso, usted es mi rey. Solo os sirvo a vos.
-Creo que vamos a llevarnos bien, James- Dijo
finalmente Daniel. Se acercó hasta James y le dio un abrazo, dándole unas palmaditas
en la espalda. James, fuera de la vista de Daniel perdió la mirada unos
instantes, su venganza suicida comenzaría pronto.
***
Dos meses, habían pasado dos meses. Era 28 de
marzo. Aun así en Cróton seguía habiendo nieve por cualquier lado, y el frío
era aún más pesado que en invierno. Habían pasado muchas cosas. Derye después
de varios días encerrada en su cuarto, accedió a salir. Poco a poco comenzó a
hablar con Sebastian otra vez. Le explicó muchas cosas que la hicieron entender
que Cróton no era un reino malo, sino un pueblo excluido por la llegada de los
Demoals. Ellos.
En parte se sentía mal por ellos, vivir apartados
del resto y mirados por encima del hombro…Debía haber sido horrible. También
comprendía lo difícil que había sido para Sebastian vivir siempre bajo la
posible amenaza de asesinato. Y aún más, su hermana Claire.
Había entendido muchas cosas, y una de ellas era
que, por el momento, no podía descubrir su mantenimiento de vida. Nadie podía
saber que estaba viva, o volverían a revolucionarse contra Cróton, contra
Sebastian, Claire…Miles de personas. Cróton no era solo un ejército, era un
pueblo, y no merecía eso.
Sebastian sabía gobernar con templanza, por lo que
había observado. Por el momento todo iba estable, incluso parecía la mejor
solución.
Derye estaba sentada en su habitación. Su pelo
había crecido bastante en pocos meses, y sus ojos se habían vuelto más azules
que marrones, un azul como el agua cristalina.
Iba bastante ligera de ropa, un vestido de seda
blanca con una chaquetilla de lana verde menta que la acompañaba. Iba
totalmente de colores claros. El castillo era de mármol blanco, parecía un
mundo irreal, pero era reconfortante.
Tocaron a la puerta repetidas veces.
-Soy yo- Dijo la voz de una chica. Claire.
-Pasa- Respondió Derye acomodándose el pelo frente
al espejo.
La pequeña chica rubia apareció sonrientemente y se
acercó a ella. Apoyó su cabeza en el regazo de Derye, esperando que la
acariciara. Así lo hizo, acariciaba tranquilamente y dulcemente el cabello de
Claire.
-¿Hoy iremos a la iglesia?- Preguntó Claire. Su
hermano, Sebastian, quería que la chica aprendiera sobre su religión, así que
acudían a la iglesia del pueblo. El reino de Cróton tenía una religión
especial, la Ibrileana. En realidad, más bien era una Filosofía.
Todos los reinos estaban conectados religiosamente
entre sí, pero el reino de Cróton, no establecía curas o sacerdotes. Había un
libro, con los valores. Este contenía historias con moralejas, una buena forma
de aprender valores. Era interesante, era una forma de formarse, pero sin caer
en la gran especulación que hacía la Iglesia de la Tierra.
-Sí- Le respondió Derye levantándola y sentándola
en su regazo- ¿Te parece que me esperes en la cocina mientras me cambio?
La niña asintió con la cabeza y salió rápidamente
hacia la cocina. Tendría hambre.
En ese instante Sebastian entró por la puerta,
había estado detrás de ella todo el rato. Había cambiado, su mirada era más
dorada que parda y su pelo había crecido. Estaba mucho más alto. Era muy
atractivo.
Sonrió. Estaba con los brazos cruzados, pero
relajado. La química entre ellos había vuelto, en verdad, nunca se había ido.
-Me gusta ver como os lleváis- Dijo con una
sonrisa, mientras se acercaba a Derye. Los dos hablaban a través del reflejo
del espejo.
-Siempre me ha gustado tu hermana- Admitió ella- Es
como una muñeca.
-¿Manipulable?- Levantó una ceja mientras apoyaba
sus manos en los hombros de Derye, relajándola.
-No, inocente y bonita- Se rio ella.- Siempre tan a
la expectación, Sebastian. Aprende a relajarte.
-Lo haré cuando tú también lo hagas.
-Ya lo hago- Se quejó ella riéndose. Sebastian la
miró unos instantes y agachó la cabeza hasta que sus labios rozaron el cuello
de Derye. Era una sensación embriagadora que le encantaba a Derye, pero siempre
se ponía tensa, nerviosa.
-Ya veo lo relajada que estás- Se rio Sebastian,
dándole un beso en los labios. Dulce y a la vez apasionado. Derye sonrió en su
boca y finalmente Sebastian.
-Claire va a venir…- Dijo ella.
-Estará comiendo pastel de frambuesas- La convenció
él, pero antes de que volvieran a rozarse los labios, el sonido de los tacones
de alguna mujer, les llamó la atención.
Era una mujer de pelo rizado y pelirrojo. Era muy
atractiva, pero lo más destacable, eran sus orejas. Puntiagudas.
Daltea.
-¿¡Dónde está?!- Gritó la Elfa.
-No puede entrar aquí- Protestó la voz de Lurey, la
criada de Derye. Sonaba desesperada.
Daltea miró a Derye y Sebastian. Parpadearon los
ojos unos instantes al ver a Derye. Y después, antes de decir nada, sacó un
puñal. Sebastian se reincorporó, preparado para cualquier cosa pero Derye lo
detuvo.
-Daltea.- La llamó ella. La Elfa la miró a los ojos
unos instantes, después sacó algo más de su bolsillo. Una carta. La abrió con
el puñal y se la lanzó a Derye.
-Has cambiado, hija de Jack Fosternight- Dijo la
Elfa mirándola con una mezcla de pena y orgullo.
-¿Qué es esto?- Preguntó Derye. Sebastian se acercó
a ella y tensó la mandivula.
-¿No creerías que nunca lo descubriríamos?- Le
preguntó Daltea a Sebastian- Ha sido idea a de Daniel- Dijo señalando a la
carta.
-¿Un baile? En Fertoan…- Cerró la carta- Sebastian…
-No. Definitivamente, no. Derye, sabes lo que
podría pasar- Sentenció Sebastian. Miró a la Elfa.
-No diré nada- Dijo ella- No voy a ser yo la que
descubra esta mentira.
Diciendo esto, volvió por donde había venido.
Pisando fuertemente con sus tacones.
El sonido del eco de los tacones duró un minuto
escasamente, luego se escuchó la voz de Lurey volviendo a disculparse, se
marchó también.
Derye estaba aún con la invitación en las manos,
mirando a Sebastian.
-¿Por qué Daniel…?- Empezó a interrogar a
Sebastian. Él se tumbó en la cama y, con la mano se cubrió la frente, se quedó pensativo.
-Él gobierna Fertoan en estos momentos, Derye.- Le
explicó- Estamos a uno de Marzo, la fiesta nacional de la luz lunar. Era
cuestión de tiempo.
-Entonces ¿Iremos? No quiero que nadie
descubra…-Dudó- que esté viva. No quiero más guerras.
-Losé Derye.- Sebastian se reincorporó sentándose y
quedando frente a frente con Derye.- Podríamos no ir…
-Sería lo mejor, no puedo…-Comenzó ella, pero un
sollozó inundó su garganta. Sebastian se acercó a ella y la abrazó. No estaba
siendo justo con ella, no podía hacerle esto. No ver a su familia… Derye le abrazó
y se quedaron sumergidos en un gran silencio durante unos minutos.
-Iremos- Sentenció Sebastian. Derye no dijo nada,
sabía que ocurrirían problemas
***
La azotea del castillo era inmensa, Derye sintió el
contraste dela temperatura cálida del castillo y el frio del exterior, en su
piel. Eran casi las seis. Durante la comida, Sebastian le explicó que sería un
baile de máscaras. Nadie notaría que era ella. Había cambiado drásticamente.
Sus ojos y su pelo no eran los mismos, y su refinamiento se había vuelto óptimo
en su estancia con Sebastian.
Derye llevaba un vestido negro, con unas mangas
pegadas pero con un poco de vuelo en las muñecas. Su pelo, recogido, iba
decorado con diamantes azules, representativos de Cróton. Cuando la chica se
estaba arreglando ante el espejo, sabía que ya no era ella misma. Quizás no hubiera
problemas.
La dragona Aintera, la cual había jurado lealtad a
Derye, esperaba por ellos. Tenía en su gran lomo, insertado, un espacio
parecido a un carruaje. Sebastian estaba dentro con Claire. Solo faltaba ella
por entrar.
-¿Estás preparada?- Le preguntó Sebastian al
entrar. Ella asintió. Habían pasado dos meses, pero había parecido una vida
entera. Su vida había cambiado radicalmente.
Cuando Derye se sentó, le dio la orden mentalmente
a Aintera.
-Fertoan-
Le ordenó ella.
-¿Estás
segura? Algo va a pasar esta noche, Derye.- Le
advirtió la dragona. Sebastian la miró impaciente, sabía que podían comunicarse
telepáticamente, y sentía curiosidad por saber de qué hablaban.
-No me
hagas esto más difícil. A Fertoan.- Repitió ella al ver la
mirada de Sebastian. Sonrió para hacer el ambiente más cálido. Él le devolvió
la sonrisa mientras Claire se sentaba junto a Derye.
***
Eran las cinco de la tarde. Poca luz entraba en la
habitación de James, en la cual estaban también unas mujeres semidesnudas,
echadas en la cama. Durante los dos últimos meses, James había obtenido la
total confianza de Daniel, había roto el matrimonio obligado con Beatrice y
había sido nombrado la segunda mano del rey.
James aun así, estaba vacío. Intentaba llenar ese vacío
con peleas, apuestas, y noches llenas de mujeres. Nada le llenaba, Derye le
había robado una parte de su ser, y él lo sabía.
Alguien llamó a la puerta.
-¿Quién es?- Protestó James, empujando el cuerpo de
una chica rubia. Las chicas se despertaron.
-Daniel os llama, mi señor.- Dijo Koren, el criado
personal de James. Durante la nueva corona, él se había convertido en uno de
sus grandes amigos. Tanto, que abrió la puerta y frunció la frente. James le
miró y levanto los hombros.
-Iros- Les dijo a las chicas. Ellas le miraron
desconcertadas, hasta que volvió a decirlo gritando- ¡Que os larguéis!- Gritó
James.
Las chicas corrieron de su habitación tapándose
como podían.
-James…¿Con cuantas chicas te has acostado ya
durante todos estos meses?- Bromeó Koren.
Koren era un tipo normal, era rubio,
pero no del todo agraciado.
-La mitad del reino, creo. No llevo la cuenta
Koren- Dijo mientras se ponía unos pantalones y abrochaba una camisa-¿Qué quiere
Daniel?
-Es un baile- Dijo con algo de miedo Koren-
Sebastian vendrá a Fertoan, junto a su hermana y… su pretendienta.
-¿Pretendienta?- Dijo él con algo de ira. No podía
creer que después de haber estado con Derye, después de que muriese, hubiese
encontrado una pretendienta tan rápido.- Maldito gilipollas.
Koren no dijo nada respecto al enfado de James, lo intuía.
Siempre que había entado delante de mucha más gente, cuando por alguna
causalidad sacaban el tema de la hermana de Kyle Fosternight, él callaba. Pero
cuando estaban solo ellos dos, mostraba ira y furia con su muerte. Koren sabía
de James sentía algo por esa chica, por eso actuaba como actuaba.
-Sí, vienen esta noche. Daniel dice que te vistas
para la ocasión como es debido…-Dijo Koren- Si es posible, con traje.
James protestó, pero al final accedió. Una vez
cambiado con las ropas que Koren le proporcionó, fue a ver a Daniel.
Se quedó unos segundos delante de su puerta. Los
necesitaba para poder aparentar una imagen de hermandad con Daniel.
Cuando abrió la puerta, saludo a Daniel con la mirada,
como había hecho durante esos meses. Sonrió amistosamente y entró.
Daniel estaba sentado en una mesa, escribiendo
algo.
-Son mis memorias. En la Tierra había un romano
llamado Julio Cesar, no sé si te suena.- James asintió con la cabeza- Bien,
este romano, consiguió conquistar las Galias, un territorio bárbaro, a la vez
que escribir su propio autobiografía. Yo no seré menos que un humano- Sonrió.
-Me parece bien
-Bien- Dijo Daniel, dejando el boli en la mesa.-
Hoy hay un baile, vendrán…
-Si, ya me lo han dicho.- Dijo el intentando
parecer neutro- ¿Qué tengo que hacer?
-Nada, hoy no tienes que hacer nada.- Sonrió
Daniel. Sus ojos tramaban algo- Solo tienes que divertirte.
Divertirse…A James se le ocurrían muchas formas de divertirse,
una de ellas era matar a Sebastian, pero la reservaba para un momento oportuno.
Se le había ocurrido otra forma de vengarse, aunque sea un poco, de él.
-Ah- Le llamo la atención Daniel- Es un baile de máscaras.
James sonrió, todo le iba a ir perfectamente esa
noche. Su pequeña, pero en progresiva, venganza, comenzaría esa noche.
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